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Tras la huella del “Alas de Gaviota”, el célebre Mercedes-Benz 300 SL que llegó a Colombia

*Imagen de referencia

Por: Santiago Álvarez

En 2021 se conmemoran 135 años desde que Karl Benz registró la primera patente del automóvil y la mejor forma de celebrarlo es evocando el recuerdo del Mercedes-Benz 300 SL, uno de sus descendientes más ilustres y el cual forjó su leyenda en las carreteras de Colombia.

Hablar de la historia de Mercedes-Benz es referirse al pasado, el presente y quizá el futuro del automóvil. Han pasado 135 años desde que la primera patente fue concedida al ingeniero Karl Benz y hemos visto cómo ese rudimentario invento de tres ruedas se ha transformado constantemente; hasta convertirse en algo tan impactante como el recién presentado Mercedes-Benz EQS, donde convergen las nuevas tecnologías del fabricante.

Fuente: Daimler Media. *Imagen de referencia

Tal vez ni en sus sueños más visionarios llegó a imaginarse que su creación tendría tanto impacto a nivel global, cuya historia se entrelaza con la trayectoria de la marca Mercedes-Benz; así esta haya surgido mucho tiempo después, tras la fusión de Daimler y Benz en 1926. Por eso, la estrella de tres puntas que encontramos en más de 50 millones de vehículos armados por el fabricante alemán nos recuerdan múltiples avances, hitos e innovaciones que han dejado huella en la industria automotriz.

Como la casa de Stuttgart ha inspirado innumerables artículos, libros, materiales audiovisuales y demás, es abundante la cantidad de material a la mano. Sabía que era un gran reto buscar algo nuevo para contar, pero la respuesta la tuvo uno de los descendientes más ilustres que ha dejado el Benz Patent-Motorwagen: el célebre Mercedes-Benz 300 SL, uno de esos autos cuya “estrella” ha mantenido su brillo con bastante fuerza a lo largo del tiempo. Casualmente, el fabricante también está ad portas de celebrar los 70 años transcurridos desde el debut de la versión de carreras W194, que tuvo lugar en 1952. 

Una leyenda

Concebido a partir del primer Mercedes-Benz que ganó las 24 horas de Le Mans, el famoso “Alas de Gaviota” nació para las carreras y luego se transformó en el mejor deportivo del momento. Hoy es uno de los carros de colección más famosos de la historia, gracias a la gestión de Max Hoffman, el importador de la marca para Estados Unidos en los años cincuenta, quien inspiró el proyecto. Es considerado una leyenda desde su nacimiento y se reconoce con facilidad, pues su sobrenombre hace referencia al sistema de apertura de las puertas; algo que se convirtió en su “marca registrada” a nivel global.

Si este “clásico de clásicos” luce espectacular al lado de cualquier auto moderno, no puedo imaginar la conmoción que causó su diseño bajo los reflectores del Salón de Nueva York de 1954, cuando se presentó la versión de calle. Según registros de la marca, solo se fabricaron 1.400 unidades del W198 entre agosto de 1954 y mayo de 1957, 29 de ellas con una carrocería más liviana de aluminio. Su éxito fue rotundo y su fama alcanzó todos los rincones del planeta, convirtiéndose en uno de los carros más codiciados del siglo XX, incluso en nuestro país. En ese entonces apenas estábamos empezando a vivir la fiebre del automovilismo deportivo con la presencia de uno que otro modelo europeo.

Hoy me cuesta creer que alguna vez existieron “Alas de Gaviota” en Colombia, pero un dato que encontré en el libro Mercedes-Benz en Colombia: 70 años de innovación, elegancia y calidad despertó mi curiosidad. Según sus autores, uno de ellos llegó al país en 1956 y fue “importado por una ilustre familia de Medellín”, tras lo cual se menciona que participó en varias carreras. Luego de algunos problemas mecánicos, fue trasladado a Bogotá y pasó por varios coleccionistas, pero ahora se encuentra en Florida, Estados Unidos. Sentí que a esa historia le faltaban varios detalles y valía la pena reconstruir su leyenda a partir de algunos testimonios.

Recordé que durante los primeros días de cuarentena en 2020, José Clopatofsky y su hijo Juan Pablo estaban desarrollando una serie de charlas sobre diversos temas en redes sociales; entre ellos varias historias de autos muy emblemáticos, como el 300 SL. El tema surgió a partir de unas fotos, donde se veía al majestuoso “Alas de Gaviota” en el Autódromo de Tocancipá, aún con las placas negras que portaron todos los autos en Colombia entre 1972 y 1988. Esto suscitó mucho interés entre la gente, por lo cual le dedicaron varios minutos de una transmisión en vivo del mes de mayo a ese carro.

En ese streaming, “Clopa” comentó que las fotos deberían tener más de 30 años y fueron tomadas después una restauración hecha en el país. También agregó que fue “El Gringo” Camacho quien corrió con el 300 SL en varias carreras y circuitos urbanos en Bogotá, pero después estuvo mucho tiempo guardado en los talleres de Automercantil, que durante años fue representante exclusivo de Mercedes-Benz en Colombia. Finalmente, mencionó que Jorge Cortés y Alfredo Sesana lo compraron y restauraron, tras lo cual volvió a verlo en un par de ocasiones. Más adelante, el auto fue llevado a Estados Unidos y allí sometido a un meticuloso trabajo, que lo dejó en “condiciones de museo”.

Fuente: Daimler Media. *Imagen de referencia

El interés de los coleccionistas

Por eso supuse que el mismo Jorge Cortés era quien podía tener información de primera mano sobre el destino que tuvo el famoso deportivo en nuestro país. A través de una llamada telefónica me contó varias anécdotas sobre este 300 SL modelo 1955, de color plata y con tapizados en cuero rojo. Basado en los datos de The Gull Wing Group International, uno de los clubes dedicados al deportivo alemán, ese año se construyeron 855 unidades (el de mayor volumen de producción) y la fábrica aplicó mejoras como un nuevo servofreno y un ligero rediseño de la parrilla delantera.

Me confirmó que el auto en cuestión “lo trajo Alfredo “El Gringo” Camacho y lo corrió en algunas carreras en el año 55-56”. Incluso, recordó que en esa época “sufrió un accidente en una doble a Sogamoso. Al pasar por Tunja se mandó muy duro, se subió al atrio de la iglesia y lo dañó bastante”. Por supuesto se trajeron todas las partes necesarias para repararlo, pues aunque el chasis y el cuerpo eran de acero, piezas como el capó, las puertas o la la tapa del baúl eran de aluminio, un material poco usual en la época. No cabe la menor duda que tuvo una vida bastante agitada en sus primeros años.

Más adelante y sin precisar una fecha, llegó a las manos de su padre, Jorge Cortes Boshell, y su tío, Fernando Cortés, del cual trajo a colación una anécdota cuando lo vio correr en Ibagué. Según su testimonio, el 300 SL “sacaba mucho la cola” y se llevó todos los costales con cáscara de arroz y tamo, que se usaban en la época para delimitar la pista y evitar que los carros se golpearan contra los andenes. Precisamente, esa era una de las peculiaridades de su comportamiento: la tendencia a sobrevirar debido al esquema de brazos oscilantes en su suspensión trasera, algo que lo hacía difícil de manejar a alta velocidad. A ello se sumaban sus cuatro frenos de tambor en aluminio y unas llantas especiales desarrolladas por Continental, con rines de 16 pulgadas.

Luego ponen el auto en venta, pero los recuerdos se difuminan y no está claro el nombre del comprador. Lo cierto es que el 300 SL estuvo “botado” durante algún tiempo en los talleres de Automercantil, ubicados en la esquina de la calle 26 con Avenida Boyacá, en Bogotá, y Álvaro Vargas fue propietario del vehículo a finales de los años sesenta. Hacia el año 68-69 él mismo trató de negociarlo, pero el asunto terminó en una anécdota, pues al momento de cerrar el trato “lo compré con un cheque sin fondos, que lamentablemente no pude cubrir y me tocó echarme de pa’ atrás”. La idea era respaldarlo con la venta de un Ford 53, la cual no salió como esperaba y el cupé se le escapó de las manos.

Tiempo después fue adquirido por Fernando Severini, quien “era un señor de origen italiano, que sabía mucho de carros y era como ingeniero de carreteras o ese tipo de cosas”. En ese momento, “el carro venía con un problema en el motor y el lo logró reconstruir”. Posiblemente tuvo que ver con su sistema de inyección directa mecánica de Bosch, pues incluso el libro que mencioné antes hace referencia a ello. Tal vez ni para los técnicos de Automercantil fue sencillo poner a punto ese bloque M198 de seis cilindros en línea y 3,0 litros, cuya sofisticada tecnología era muy novedosa en los años 50. Era algo tan adelantado a su tiempo, que solamente volvió a verse hasta el siglo XXI.

Esto permitió aumentar considerablemente la potencia, hasta alcanzar 215 hp a 5.800 rpm (según la norma DIN). Otra característica llamativa es que al abrir el vano motor, lo primero que uno se encontraba era un colector de admisión en aluminio fundido, montado sobre un bloque que estaba girado sobre el costado izquierdo. Debido a su altura, tuvo que ser instalado de esa forma para que el frontal tuviera menor resistencia al viento y así lograr un mejor coeficiente aerodinámico, que le permitiera alcanzar velocidades máximas de hasta 260 km / h; según la relación del eje trasero. Equipado con una caja manual de cuatro cambios, su rendimiento era formidable ya que solo pesaba 1.295 kilos.

Pieza de museo

Posteriormente, Severini puso en venta el 300 SL y por segunda vez, Cortés estaba dispuesto a comprarlo. Esta vez no iba a volver a correr el riesgo de perderlo, entonces le propuso a su amigo Alfredo Sesana sumarse al proyecto y así el 300 SL entra en una nueva etapa de su historia. Tras el extensivo uso en las carreras y los distintos dueños, el carro merecía una completa revisión; empezando por su curiosa estructura modular conformada por pequeños tubos de acero soldados, que incorpora grandes refuerzos en los costados. Por eso no se pudieron usar puertas convencionales y fue necesario instalar unas bisagras en el techo que facilitaran su apertura. Esta particularidad se convirtió en su sello distintivo y cuando las “Alas de Gaviota” están levantadas, luce como una “escultura rodante”.

“Yo lo restauré aquí en Colombia. Lo mejor que pude” me cuenta Cortés con emoción. De hecho, las fotos que hay del 300 SL color plata en el Autódromo corresponden al final de ese proceso, cuando “lo llevé recién restaurado para una carrera de carros antiguos”, en el año 82-83, según recuerda. Aunque fue toda una odisea su adquisición, valió la pena el esfuerzo, pues en sus propias palabras “yo sabía lo que era el carro y yo sabía lo que estábamos comprando”. Finalmente, Alfredo Sesana se queda con el vistoso deportivo y entre ambos lo exportan a Estados Unidos, enviándolo directamente a los talleres de Paul Russell & Cía (en Essex, Massachusetts); considerado como uno de los mejores restauradores de esta clase de vehículos a nivel mundial.

Tal es la calidad en sus procesos, que incluso hubo una “póliza de cumplimiento” en caso de que no quedaran satisfechos con todo el trabajo, que fue bastante meticuloso. De ahí surge otra anécdota contada por Cortés, pues durante la restauración que le hizo en Colombia, se cambió la tapicería el carro y “haciendo averiguaciones en Stuttgart y en Alemania, el cuero tenía que tener, por decirle un número, 20 poros por pulgada cuadrada, que ese era el cuero para tapizar los Mercedes-Benz 300 SL.” Y con algo de risa, señaló que al llegar donde Paul Russell, el especialista les dijo que “no, no, no, es que no son 20, son 22 (poros)… ese cuero es parecido, pero no es igual”.

Además del llamativo color de su tapicería, hay otros detalles muy peculiares al interior del “Alas de Gaviota”. Por ejemplo, el volante se puede soltar e inclinar hacia abajo (90° en relación al tablero) para ayudar en la entrada y salida del auto, cuyas ventanas son fijas y por lo cual su habitáculo suele ser bastante caluroso. A su vez, el espacio de almacenamiento para el equipaje está detrás de los asientos, ya que en lugar de baúl hay una rueda de repuesto y un tanque de combustible en la parte posterior. Hoy en día este ejemplar de colección permanece en los Estados Unidos, en un excepcional estado mecánico y al que se le realizan todos sus mantenimientos de rutina.

Eterna juventud

Es poco probable que el 300 SL de color plata retorne a nuestro país, ya que es un auto muy valioso (puede costar más de un millón de dólares) y que requiere una atención especial para mantenerlo en optimas condiciones. Pero siempre habrá aficionados que sueñan con tener alguno en su garaje y se tiene noticia que en algún taller de Colombia se está construyendo una réplica del auto, cuya calidad y precisión darán de qué hablar. Pero eso será tema para un nuevo capítulo del legado que dejó el “Alas de Gaviota”.

Su espectacular diseño y avanzada tecnología le dieron un lugar importante en la historia, convirtiéndolo en uno de los grandes iconos de la industria automotriz, casi al mismo nivel de aquel vehículo de tres ruedas que recibió la patente número 37.435 y erigió a Karl Benz como el inventor del automóvil. Y al igual que estrellas de cine, magnates y varios pilotos que cayeron rendidos a sus encantos, seguramente también se sentiría tan fascinado con el 300 SL, un auto que dejó su huella en todos los deportivos que la marca creó después.

Tal es su reconocimiento que es difícil confundirlo con cualquier otro auto que se haya construido desde hace 135 años y su impacto global no se mide por la cantidad de unidades o las cifras de rendimiento, sino por las cabezas que aún hace girar; pues además de ser muy bello, hoy sigue sorprendiendo por su magnífico desarrollo técnico, simbolizando como ningún otro el poder y la elegancia que solo un Mercedes-Benz sabe inspirar.

 

Esta crónica fue seleccionada como ganadora en la iniciativa “Crónica 135 de Mercedes-Benz”, organizada por Mercedes-Benz Colombia para conmemorar los 135 años de la primera patente del automóvil.

Autor: Santiago Álvarez- Periodista Autos de Primera